Una de las grandes contradicciones de nuestra sociedad, la de la información y las comunicaciones, es que cada vez más gente se siente aislada y sola. Tenemos tal cantidad de información, veraz o no, que nos sentimos saturados. En este tiempo en el que la tecnología está al servicio del ser humano reconocemos que también hay muchas personas que cada vez están más excluidas.
En medio de las contradicciones existentes en nuestro mundo, la Iglesia sigue adelante ofreciendo su propia propuesta: la proclamación del Evangelio. Desde ese deseo de evangelizar invita a todas las personas a la comunión con Dios, con la creación y con los demás.
Sigue proclamando la dignidad de toda persona, creada por Dios a su imagen y semejanza. Proclama que la vida humana es sagrada y que la dignidad de cada persona es el fundamento para crear una nueva sociedad.
Nosotros creemos que cada persona es de inestimable valor, que las personas son mas importantes que las cosas y que la medida de cada institución se basa en si amenaza o acrecienta la vida y dignidad de la persona humana. Hoy está muy de moda hablar de los pobres, pero desgraciadamente no está tan de moda hablar con ellos. Recuerdo aquellas palabras de la Madre Teresa de Calcuta que decía:
“Nunca tomo las masas como mi responsabilidad; yo miro a la persona. Solo puede amar a una persona a la vez, solo una, una, una… Por ahí puedes empezar. Yo empecé… escogí una persona. Lo mismo te pasará a ti, lo mimo a tu familia, a tu Iglesia, a tu comunidad… Solo empieza, uno, uno, uno...”
No necesitamos viajar a un país del Tercer Mundo para honrar la dignidad humana. Lo podemos hacer en nuestra propia casa y en nuestros trabajos, con nuestra familia, amigos y compañeros. No podemos ayudar a millones de personas a la vez. Solo podemos ayudar uno a uno, y lo haremos reconociendo y honrando la imagen de Dios impresa en cada persona, y sirviendo a Jesús a través de pequeños gestos.
Benjamín Echeverría
Provincial de los Capuchinos