Esto nos ayuda a ser conscientes del cambio climático que se está produciendo en nuestro mundo cuyas consecuencias vemos que pueden llegar a ser devastadoras.
Si algo cambia es el tiempo, solemos decir. Pero también es verdad que unas malas prácticas ambientales como son la contaminación, la emisión de gases de efecto invernadero, la deforestación, la sobrexplotación de los recursos naturales, etc, provocan condiciones adversas para los ciclos naturales del clima.
En el recuerdo de nuestros mayores están determinados años en los que se perdieron las cosechas por hielos, calores, sequía, etc, excesivos. Pero los entendidos nos dicen que esos ciclos cada vez son más cortos o se repiten con más frecuencia, lo cual crea auténticas tragedias en la vida de tantas familias y pueblos, que tienen que rehacerse tras un desastre natural sufrido.
Constantemente se nos está advirtiendo que el clima está cambiando y que nosotros debemos hacerlo para combatir el cambio climático. A menudo nos bombardean con un montón de iniciativas, sencillas, para ahorrar agua, consumir menos, aprovechar más lo que tenemos, reciclar, reducir, reutilizar, etc.
Todo esto no está desligado de nuestra vida de fe. El Papa Francisco nos ha hecho entender que todo en nuestro mundo está relacionado, conectado, y que las cuestiones del clima y del medio ambiente también son parte de nuestra espiritualidad. “El clima es un bien común de todos y para todos” (LS23) nos recuerda el Papa. También nos dice que hoy, tanto los creyentes como los no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es una herencia común, cuyos frutos deben ser para todos. Para los creyentes esto tiene que ver con la fidelidad al Creador, puesto que Dios creó el mundo para todos y todos nosotros seguimos colaborando con Dios en la obra de la Creación.
En este mes de marzo, en el que la creación comienza a despertarse, que comenzamos la nueva estación de la primavera, en la que renace la vida, es un buen momento para recordarnos que “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social” (LS 48). Es un buen momento para rehacernos como personas, como creyentes, como ciudadanos que queremos cuidarnos unos a otros y cuidar también nuestro mundo, nuestra casa común.
Fr. Benjamín Echeverría, OFMCap