Tal vez nos acerquemos al cementerio para rezar por ellas. Esta visita es una manera de expresar nuestro cariño, nuestro recuerdo, pues sentimos que siguen
estando cerca de nosotros.
En el modelo de sociedad en que vivimos, la muerte se está convirtiendo en uno de esos temas prohibidos, por mucho que los medios de comunicación nos la muestren en cada momento. Para los cristianos la muerte está iluminada por la Resurrección de Cristo y nuestra fe en la vida eterna.
Ante el misterio de la “hermana muerte” seguimos buscando algo que nos ayude a esperar, que nos dé consuelo, nos abra algún horizonte y ofrezca también futuro. Como decía en una de sus audiencias el Papa Benedicto XVI, “el camino de la muerte, en realidad, es una senda de esperanza; y recorrer nuestros cementerios, así como leer las inscripciones sobre las tumbas, es realizar un camino marcado por la esperanza de eternidad”.
El libro de la Sabiduría nos dice que Dios creó al hombre para la inmortalidad, o que puso en el corazón del hombre una semilla de inmortalidad. Por eso nos cuesta tanto aceptar la muerte. Porque todo lo bello y grande realizado en toda una vida no puede desaparecer de forma repentina.
Recuerdo que en un funeral los nietos utilizaron una oración atribuida a la Madre Teresa de Calcuta para despedirse de su abuelo. Me pareció un momento precioso y un texto que podemos utilizar para recordar cada uno a los nuestros. Os lo ofrezco para mantener vivo y cercano el recuerdo de los vuestros.
“Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.
Sin embargo… en cada vuelo, en cada vida,
en cada sueño, perdurará siempre la huella
del camino enseñado”.
Benjamín Echeverría.
Provincial de los Capuchinos