Esa escena evangélica nos sirve para recordar que en nuestro mundo hay hombres y mujeres que deseamos vivir la vida desde Dios y que queremos reproducir en la Iglesia y en el mundo, “los rasgos característicos de Jesús”. San Francisco de Asís se fijó mucho en la pobreza y humildad de Jesús. Sus seguidores no olvidamos esos rasgos y creemos que la pobreza, la minoridad, la sencillez, la fraternidad con todas las criaturas son elementos importantes que nos ayudan a entender y vivir la vida.
La historia de Jesús durante sus tres años de predicación, según nos relatan los evangelios, es una historia de encuentros. Jesús no pasó por las situaciones ignorándolas. No pasó de largo ante las personas. Fue sensible a sus necesidades. Los evangelistas recuerdan algunos de esos encuentros personales y el ánimo que Él transmitió. Toda persona era para Él única, irrepetible, profundamente amada como hija del mismo Padre.
En nuestra Iglesia actual, el Papa Francisco insiste en la necesidad de crear una «cultura del encuentro». Dicha cultura nos dispone no sólo a dar, sino también a recibir de los otros, a compartir, convivir, ayudarnos como una sola familia humana, como hermanos, en las grandes necesidades y en las pequeñas cosas cotidianas.
En un mundo con frecuencia agitado y complicado, la celebración de esta Jornada anual de la Vida Consagrada nos ayuda a las personas consagradas, comprometidas a veces en trabajos sofocantes, a volver a las fuentes de nuestra vocación, a hacer un balance de nuestra vida y a renovar el compromiso de nuestra consagración. Que podamos dar testimonio con alegría a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo, de que el Señor es capaz de llenar el corazón de toda persona.
Benjamín Echeverría
Provincial de Capuchinos de España
(Editorial del mes de febrero publicado en el "Mensajero de San Antonio")